RE: Heu vist això?

Treinta de septiembre de dos mil cinco. Ocho menos cuarto de la mañana. Mis cuatro hijas se están vistiendo para ir al colegio. Cuatro polos y cuatro jerseis. Un escudo bordado a la altura del corazón: las barras rojas y doradas de Cataluña, la cruz insignia de la catedral de Barcelona, y la corona aragonesa de Jaime I. Todo esto luce sobre los infantiles pechos de mis cuatro niñas. Son alumnas del colegio de las Mercedarias de Lorca. Mis cuatro españolitas aprecian mucho su emblema. Es el escudo de su cole, y de sus monjas, sus "madres". Todavía no conocen su simbología, pero en los cursos mayores se la explicarán. Pero Teresa, con sus cinco años, ya sabe quién fue Pedro Nolasco, porque en la escuela se celebra grandemente su día. Y hasta Consuelo, que ha entrado este año en parvulitos, le reza cada mañana a la Virgen de la Merced. "¡María de la Merced, los pequeños te queremos!"

Nueve y cinco. Hemos llegado un poco tarde al colegio, pero la Madre Isabel y la Madre Pureza siempre tienen caridad para esta familia numerosa. No nos riñen y nos saludas con un beso y una sonrisa. Hay mucha fe y mucho amor cristiano bajo esos hábitos mercedarios. ¡Qué descomunal obra la orden de la Merced! Obra de catalanes, de aragoneses, de españoles. Obra de gigantes. Firmemente apegada a su carisma libertador, el que recibió en el día de su constitución, en la iglesia catedral de Barcelona. Quizá sea por esa constancia en su misión fundacional, por lo que los mercedarios conservan y exhiben con tanto orgullo sus señas primitivas: catalanas, aragonesas, españolas, cristianas.

Once de la mañana. Probablemente la hora del recreo. Bajo el cielo murciano, desierto de nubes, mis chiquillas y sus compañeros corretearán alegremente por el patio del colegio. No saben ellas que, allá en Barcelona, en la ciudad donde comenzó la aventura mercedaria, los políticos están celebrando un cónclave siniestro. Quieren separar a Cataluña de España.

¡Pobre Cataluña! ¿Dónde queda su vocación católica, universal, de darse a España y al mundo? ¿Dónde los catalanes como aquellos primeros mercedarios, los que dejaron familia y propiedades para entregarse a la misión universal de liberar a los hombres de sus esclavitudes, físicas y espiriturales?

"¿No habrá nadie que quiera liberar por amor?" le preguntan mis hijas a la Virgen, cuando cantan a María de la Merced en sus festividades.

Y yo, como mis hijas, pregunto también, pero no cantando, sino gritando con rabia a los cuatro vientos de España: ¿No habrá quien libere a Cataluña de esta peste de gobernantes perversos? ¿No habrá quien despierte a Cataluña de esta pesadilla? ¿No habrá quien reintegre a Cataluña a su vocación española y universal?

Francisco Artero Montalván